El descalabro general del PSOE, y en concreto el desgaste de José Luis Rodríguez Zapatero, puede pasar factura a sus barones regionales en las próximas elecciones autonómicas. Uno de sus feudos más sólidos durante toda la democracia, Castilla-La Mancha, podría cambiar de color político a partir del 22 de mayo, por primera vez desde los primeros comicios autonómicos, en 1983, cuando José Bono se proclamó presidente de esta Comunidad. Casi tres décadas después, el PP de María Dolores de Cospedal podría dar un vuelco en las urnas y gobernar con mayoría absoluta en las Cortes, según el último barómetro del Instituto DYM, realizado entre el 20 y el 30 de diciembre de 2010.
El PP ganaría las elecciones autonómicas con el 50,8 por ciento de los votos y 26 escaños, mientras que el PSOE caería hasta el 45,6 por ciento y quedaría con 23 diputados. En Castilla-La Mancha funciona un bipartidismo casi perfecto, así que el partido ganador sabe que gobernará en solitario sin necesidad de ningún pacto. En esta región el PSOE no puede contar con ninguna muleta, como sería Izquierda Unida en la Comunidad de Madrid. Desde las elecciones de 2007, los populares han ganado más de ocho puntos porcentuales en estimación de voto, frente a la caída que ha tenido el PSOE de 6,3 puntos.
En la eventual derrota socialista tiene un peso especial el hartazgo de una parte del electorado del PSOE, que no está dispuesto a volver a dar su confianza al partido de José Luis Rodríguez Zapatero y podría aprovechar la cita electoral para hacer visible su desencanto. Así, el PSOE sólo conserva al 68,3 por ciento de sus antiguos votantes en Castilla-La Mancha, mientras que el PP tiene una fidelidad de voto del 90,2 por ciento.
El actual presidente de la Junta de Castilla-La Mancha, José María Barreda, pagaría de esta forma los platos rotos de la crisis económica y política, al convertirse en el primer dique de contención del malestar de sus ciudadanos, antes de las elecciones generales, previstas para marzo de 2012. Una fecha demasiado lejana todavía para un electorado ansioso por mostrar lo que piensa.
De hecho, Barreda merece una buena valoración de sus ciudadanos, que no parecen ver en él el principal problema. Así, el barón socialista merece un 5,7 de nota media entre los castellano-manchegos, frente al 4,5 que recibe su contrincante, María Dolores de Cospedal, secretaria general del PP y presidenta de los populares de Castilla-La Mancha. El electorado socialista valora con un notable (7,4) a Barreda, muy parecido al 7,2 que recibe Cospedal de los votantes populares. Resulta llamativo que el electorado del PP puntúa mejor a Barreda (4,2) que los del PSOE a Cospedal (un 3). Los simpatizantes de los partidos minoritarios de esta región también puntúan mejor al dirigente socialista (5,3) que a la popular (4).
Un castigo adelantado
Barreda previó hace meses el problema al que se enfrentaba en las elecciones autonómicas: el castigo adelantado de los ciudadanos a Zapatero y al PSOE. Así que lo primero que hizo fue marcar distancias con el Gobierno, perfilar un discurso propio y trufarlo con críticas a algunas posiciones mantenidas por el Ejecutivo nacional. En seguida le siguieron otros barones, como el de Extremadura, Guillermo Fernández Vara. Cuando el Congreso pedía a Zapatero una reducción en el número de ministerios para dar ejemplo de austeridad, y el presidente del Gobierno se negaba una y otra vez —hasta que cedió en parte—, Barreda tomó la iniciativa y recortó el número de consejerías. En octubre, lanzó su mensaje bomba: «O el Gobierno cambia de rumbo y toma medidas contundentes o el partido se encamina a una catástrofe electoral. creo que estamos fallando estrepitosamente». Unos días después, Zapatero emprendía una remodelación del Gobierno que sorprendió a casi todos, y colocó a Alfredo Pérez Rubalcaba como su «número dos».
De esa forma puede explicarse que, pese al vuelco electoral previsto en Castilla-La Mancha y el hundimiento del PSOE en esta Comunidad, al pasar a la oposición por primera vez en la historia, el socialista Barreda mantenga una valoración aceptable y, además, supere con holgura a su principal adversaria ante esta pregunta: «¿Quién cree que sería mejor presidente en Castilla-La Mancha?». El 43 por ciento contesta que Barreda, y el 29 por ciento, que Cospedal. Incluso el electorado socialista confía más en Barreda (un 84 por ciento cree que sería mejor) que el popular en Cospedal (un 78 por ciento).
El PP ganaría las elecciones autonómicas con el 50,8 por ciento de los votos y 26 escaños, mientras que el PSOE caería hasta el 45,6 por ciento y quedaría con 23 diputados. En Castilla-La Mancha funciona un bipartidismo casi perfecto, así que el partido ganador sabe que gobernará en solitario sin necesidad de ningún pacto. En esta región el PSOE no puede contar con ninguna muleta, como sería Izquierda Unida en la Comunidad de Madrid. Desde las elecciones de 2007, los populares han ganado más de ocho puntos porcentuales en estimación de voto, frente a la caída que ha tenido el PSOE de 6,3 puntos.
En la eventual derrota socialista tiene un peso especial el hartazgo de una parte del electorado del PSOE, que no está dispuesto a volver a dar su confianza al partido de José Luis Rodríguez Zapatero y podría aprovechar la cita electoral para hacer visible su desencanto. Así, el PSOE sólo conserva al 68,3 por ciento de sus antiguos votantes en Castilla-La Mancha, mientras que el PP tiene una fidelidad de voto del 90,2 por ciento.
El actual presidente de la Junta de Castilla-La Mancha, José María Barreda, pagaría de esta forma los platos rotos de la crisis económica y política, al convertirse en el primer dique de contención del malestar de sus ciudadanos, antes de las elecciones generales, previstas para marzo de 2012. Una fecha demasiado lejana todavía para un electorado ansioso por mostrar lo que piensa.
De hecho, Barreda merece una buena valoración de sus ciudadanos, que no parecen ver en él el principal problema. Así, el barón socialista merece un 5,7 de nota media entre los castellano-manchegos, frente al 4,5 que recibe su contrincante, María Dolores de Cospedal, secretaria general del PP y presidenta de los populares de Castilla-La Mancha. El electorado socialista valora con un notable (7,4) a Barreda, muy parecido al 7,2 que recibe Cospedal de los votantes populares. Resulta llamativo que el electorado del PP puntúa mejor a Barreda (4,2) que los del PSOE a Cospedal (un 3). Los simpatizantes de los partidos minoritarios de esta región también puntúan mejor al dirigente socialista (5,3) que a la popular (4).
Un castigo adelantado
Barreda previó hace meses el problema al que se enfrentaba en las elecciones autonómicas: el castigo adelantado de los ciudadanos a Zapatero y al PSOE. Así que lo primero que hizo fue marcar distancias con el Gobierno, perfilar un discurso propio y trufarlo con críticas a algunas posiciones mantenidas por el Ejecutivo nacional. En seguida le siguieron otros barones, como el de Extremadura, Guillermo Fernández Vara. Cuando el Congreso pedía a Zapatero una reducción en el número de ministerios para dar ejemplo de austeridad, y el presidente del Gobierno se negaba una y otra vez —hasta que cedió en parte—, Barreda tomó la iniciativa y recortó el número de consejerías. En octubre, lanzó su mensaje bomba: «O el Gobierno cambia de rumbo y toma medidas contundentes o el partido se encamina a una catástrofe electoral. creo que estamos fallando estrepitosamente». Unos días después, Zapatero emprendía una remodelación del Gobierno que sorprendió a casi todos, y colocó a Alfredo Pérez Rubalcaba como su «número dos».
De esa forma puede explicarse que, pese al vuelco electoral previsto en Castilla-La Mancha y el hundimiento del PSOE en esta Comunidad, al pasar a la oposición por primera vez en la historia, el socialista Barreda mantenga una valoración aceptable y, además, supere con holgura a su principal adversaria ante esta pregunta: «¿Quién cree que sería mejor presidente en Castilla-La Mancha?». El 43 por ciento contesta que Barreda, y el 29 por ciento, que Cospedal. Incluso el electorado socialista confía más en Barreda (un 84 por ciento cree que sería mejor) que el popular en Cospedal (un 78 por ciento).
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